Las baterías gravitacionales utilizan la energía potencial de la altura y el peso para almacenar electricidad de forma eficiente, sostenible y segura. Descubre cómo funcionan, sus ventajas frente a las químicas y los proyectos innovadores que están transformando el futuro del almacenamiento energético a nivel global.
En un mundo que busca alternativas sostenibles para almacenar energía y reducir la dependencia de materiales escasos y baterías químicas costosas, las baterías gravitacionales emergen como una de las soluciones más prometedoras. Estas tecnologías almacenan energía no en litio ni hidrógeno, sino en la propia altura y el peso de los materiales.
El principio de las baterías gravitacionales es sencillo y se basa en la ley de conservación de la energía. Cuando hay excedente de electricidad -por ejemplo, durante el día gracias a paneles solares o turbinas eólicas-, se utiliza para elevar grandes pesos como bloques de hormigón, plataformas o depósitos de agua. Cuando se necesita la energía, el peso desciende y su energía potencial se transforma de nuevo en electricidad.
Las baterías gravitacionales son escalables: desde instalaciones pequeñas en edificios industriales hasta torres de más de 100 metros capaces de abastecer a comunidades enteras.
A medida que el mundo se orienta hacia las energías renovables, el almacenamiento eficiente de energía se convierte en un reto clave. Las baterías gravitacionales ofrecen una alternativa poderosa a las soluciones químicas convencionales.
No requieren litio, cobalto, níquel ni tierras raras, cuya extracción daña gravemente los ecosistemas. Utilizan materiales como hormigón, acero o piedra, abundantes y reciclables, lo que las hace casi neutras en términos ambientales.
Mientras que las baterías químicas pierden capacidad en 5-10 años, las gravitacionales pueden operar más de 30 años sin pérdida significativa de eficiencia. Al carecer de reacciones químicas, sus componentes mecánicos son fácilmente sustituibles o reparables.
La ausencia de electrolitos inflamables las hace completamente seguras: no pueden explotar ni incendiarse, algo esencial para su integración en ciudades e industrias.
Alcanzan eficiencias del 85-90% y no requieren sistemas de refrigeración, lo que reduce el consumo energético y los costes de mantenimiento.
Desde sistemas compactos de 1-2 MWh hasta torres gigantes como las de Energy Vault, pueden adaptarse a las necesidades de una ciudad, una fábrica o un campo solar.
Las baterías gravitacionales han pasado de ser un concepto teórico a convertirse en proyectos industriales reales en distintos países, impulsando la transición hacia una energía más sostenible.
Una de las empresas más reconocidas en el sector. Sus torres de 100-120 metros usan grúas robotizadas que elevan bloques de hormigón de hasta 35 toneladas. Su primera planta comercial EVx en China ya está conectada a la red y puede almacenar 100 MWh, suficiente para abastecer una ciudad pequeña.
Esta empresa utiliza antiguas minas y pozos verticales de hasta 1500 metros, donde se suspenden bloques de acero que suben y bajan con potentes cabrestantes. Gravitricity colabora activamente con compañías energéticas europeas, proporcionando soluciones para equilibrar la red eléctrica.
Startup que reutiliza minas de carbón abandonadas para almacenar energía. Sus proyectos pueden alcanzar hasta 500 MWh, lo que los convierte en alternativa a las grandes granjas de baterías químicas.
Desarrolla un sistema basado en agua y pistones: un depósito subterráneo se llena de líquido, que al elevar el pistón almacena energía y al descender acciona una turbina. Esta solución fusiona principios de estaciones hidroeléctricas y sistemas gravitacionales.
Proyectos europeos centrados en soluciones modulares, tanto subacuáticas como terrestres, donde cilindros o contenedores de hormigón sumergidos se utilizan como masa de almacenamiento. Son ideales para parques eólicos offshore.
Las baterías gravitacionales están dejando de ser una innovación experimental para convertirse en parte esencial de la infraestructura energética, especialmente ante el auge de las renovables y la necesidad de sistemas de almacenamiento robustos y escalables.
Según BloombergNEF, el mercado global de almacenamiento energético podría superar los 400.000 millones de dólares para 2030, y hasta un 10% correspondería a tecnologías mecánicas como las gravitacionales. Empresas como Energy Vault, Gravitricity y Green Gravity ya han firmado contratos industriales importantes.
Son el complemento perfecto para parques solares y eólicos, permitiendo almacenar el exceso de energía diurna y liberarla por la noche. Su instalación junto a las plantas convierte a las renovables en fuentes predecibles y estables.
Ante el aumento de la demanda de baterías, el litio se encarece y plantea dudas ecológicas. Las baterías gravitacionales, hechas de acero y hormigón, son una alternativa económica y sostenible, al margen de las cadenas de suministro de metales raros.
Instalaciones compactas pueden integrarse en infraestructuras urbanas -rascacielos, fábricas o áreas montañosas- y, combinadas con energía solar y eólica, aportar autonomía energética a barrios enteros.
Durante la próxima década, las baterías gravitacionales podrían ocupar un lugar clave en las redes "verdes". No sustituirán del todo a las químicas, pero serán imprescindibles en el almacenamiento de larga duración, donde la estabilidad es más importante que la densidad energética.
Las baterías gravitacionales son un regreso a los principios más simples -y brillantes- de la física. Demuestran que la energía de la altura puede ser una fuente real y sostenible para el futuro. En un mundo donde el litio se encarece y la sostenibilidad es prioridad, estos sistemas prometen convertirse en el nuevo estándar del almacenamiento energético: fiables, seguros y prácticamente eternos.